Comparto contigo
el cántaro
de los niños,
la lluvia del jueves,
el sueño donde
bajábamos
del manzano,
llenos de benevolencia
y altas canciones.
Comparto contigo
la beatitud y la congoja,
también la mesa
donde crecían tus palabras
e iniciaba el bosque
de los grandes
proyectos.
Comparto contigo
la charca del viudo,
el jardín de los locos,
y el gato de la bruja
que vigila día y noche
la belleza de tu retrato.
Y has de entender que si soy
pacífico y lleno de respeto,
cuando te atrevas,
cuando reconozcas el sicómoro
y el piano de la vecina,
atraviesa la barda,
también te saludo,
que comparto contigo
la soledad de mi mano,
el pan duro
y el perdón.
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